Padre
Dios, nuestro monarca celestial,
ante
tu poderío yo me humillo,
por
mi inmanente pecaminosidad.
Líbrame
del libido y úngeme,
todo
mi amor sea contigo,
guárdame
de las pasiones vergonzosas,
sé
propicio a mí, Padre Dios.
Ampárame
y tenme en tu vera,
redime
los impulsos, enmienda mi alma.
Venga a nosotros tu Reino,
y guarécenos del mal,
en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo,
Amén.