viernes, 7 de abril de 2023

Semana Santa (II) - Lunes Santo (II): La purificación del Templo

 

Representación del Templo de Herodes.
 

El templo de Jerusalén era una construcción casi en ruinas que fue reformada por Herodes el Grande (Mateo 2:1) para contentar al pueblo de Israel, el ambicioso proyecto arquitectónico del gobernante gentil tardaría más de 40 años en ser finalizado. Construido con bloques de piedra de 12x3x3 metros cúbicos extraídos expertamente desde la cantera, los gigantescos ladrillos estaban cohesionados unos con otros gracias a precisos cortes; todos tenían decoraciones y motivos de oro. El acabado del templo estaba cubierto de láminas de oro que reflectaban la luz del sol en la mañana. Cuando Jesús y sus apóstoles fueron al Templo de Jerusalén, se trataba de una edificación vasta e imponente.

 

 

La limpieza de Jesús se efectúa en el atrio de los gentiles, un patio exterior situado a ambos lados del templo, separado del atrio de Israel por un muro (Apocalipsis 11:2). Este espacio, de ordenada construcción por Herodes el Grande en la renovación del Segundo Templo, había sido reservado con el propósito original de que los no judíos de nacimiento tuvieran acceso a la oración y alabanza a Dios. También las personas con defecto que estaban vetadas del templo, como cojos o ciegos, se reunían en este patio para adorar a Dios (2 Samuel 5:8; Levítico 21:18).

A raíz de las festividades pascuales, los judíos en la diáspora recorrían largas distancias para realizar ofrendas sacrificiales en el templo, según los mandados de las Escrituras (Éxodo 23:14-17; 12:23-27). Puesto que llevar consigo un animal para el sacrificio podía ser dificultoso para los viajeros – máxime, cuando existía la posibilidad de que no pasara la inspección del sumo sacerdote – , los mercaderes encontraron en la demanda de bueyes, ovejas y palomas la oportunidad de obtener pingües beneficios.

 Las palomas, mencionadas en  Mateo 21:12, Marcos 11:15 y Juan 2:13 eran los sacrificios que podían ofrecer los pobres si no podían asumir la compra de un cordero:

“Y si no tuviere lo suficiente para un cordero, traerá a Jehová en expiación por su pecado que cometió, dos tórtolas o dos palominos, el uno para expiación, y el otro para holocausto”

Levítico 5:7

“Cuando los días de su purificación fueren cumplidos, por hijo o por hija, traerá un cordero de un año para holocausto, y un palomino o una tórtola para expiación, a la puerta del tabernáculo de reunión, al sacerdote”

Levítico 12:6

Sobre el supuesto de este último precepto se ampararon María y José para ofrecer dos tórtolas o dos palominos por el nacimiento de Jesucristo.

“Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor”

Lucas 2:22


En contra del uso establecido, los vendedores acostumbraron a instalar sus puestos en el atrio de los gentiles, con la complicidad de las autoridades del templo, que exigían tarifas a cambio del arrendamiento; cabe la posibilidad de que estos vendedores pertenecieran a la jerarquía de los sacerdotes. Sea cual fuera el caso, la familia del sumo sacerdote se reportaba beneficios.

Junto a ellos estaban los cambistas, negociantes ocupados de convertir divisas griegas o romanas a las aceptadas por el templo; estas eran las monedas provenientes de Tiro, grabadas con la imagen del dios fenicio Baal. Esta práctica era muy controvertida entre ciertos sectores del judaísmo (Mt 22:17-22) – algunos fariseos evitaban mirar las imágenes de las monedas, pues consideraban que era un acto de idolatría –,respondía al valor de las piezas, acuñadas con plata de alta pureza.  A esta transacción se le aplicaba un interés abusivo, del diez o doce por ciento, razón que les justifica el apelativo de “ladrones” proferido por Jesús en Mt 21:13.

Las monedas de Tiro servían para el pago del impuesto anual, de reglamentario tributo para los judíos devotos a partir de los 20 años de edad (Éxodo 30:13-14; 2 Crónicas 24:9).

Cuando Jesús hubo de pagar el impuesto anual, no recurrió a los cambistas e hizo que Pedro recogiera un estatero de la boca de un pez:

“Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? El dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos.  Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti”

Mt 17:24-27


Él era el hijo de Dios, como príncipe estaba exento de pagar impuestos, y sin embargo para no ofender, accedió a pagar el impuesto.

 

Los vendedores y cambistas usurpaban el atrio y privaban de alabanzas a los más desfavorecidos a la merced de sus riquezas.

Ante una tesitura semejante, el Señor arremetió con justo celo contra la multitud de mercaderes, por lo cual está escrito “El celo de tu casa me consume”. Este verso, citado en Juan 2:17, es un extracto del Salmo 69, un canto angustiado de David huyendo de sus perseguidores, que contiene revelaciones mesiánicas; la santidad de Jesucristo era tal que muchos lo despreciaban por sus reprensiones “Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí”.

En primer lugar, Jesús expulsó a todos los mercaderes. El verbo “echar” empleado en los evangelios está refiriendo tanto a hombres como animales; esto lo hizo de forma ordenada, hecho que se refleja en la inexistencia de tumultos o intervenciones de la guardia. Para muestra de que la expulsión fue realizada por medios no violentos, puede remitirse a Marcos 1:12, donde es usada la misma forma “echar” cuando Jesús era impulsado por el Espíritu Santo al desierto:

“Y luego el Espíritu le impulsó al desierto”

Marcos 1:12

 

 

Un látigo de cuerdas. Consistía en varios pedazos de cuerdas u hojas unidos por un nudo terminado en un mango; la palabra “cuerdas” (σχοινίον)  usada por Juan significa literalmente “juncos” o “sogas”. Era usado generalmente para levantar polvo, y no para impactarlo contra los animales.

El Evangelio de Juan es el único que detalla a  Jesús haciendo un “azote de cuerdas” para ahuyentar a los vendedores y sus animales. El instrumento en cuestión, un látigo de pastoreo, no era un arma para infligir daño – muchas pinturas representan erróneamente esta escena ilustrando a Cristo alzando algo parecido a un látigo romano –, sino una inofensiva herramienta para ahuyentar ganado, de uso común entre los niños hijos de pastores. 

Sirviéndose de un sencillo látigo de cuerdas, apartó a los corruptores del templo y a sus animales sin utilizar la violencia física. Después, volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas.

Cuando todas las multitudes estuvieron a la expectación de las palabras de Jesús, él “no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno” (Marcos 11:16), para que no inficionaran más el atrio. Pronunció entonces:

“¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”

Marcos 11:17


Las palabras de Jesús apelan a la Escritura, concretamente a Isaías 56:7 y Jeremías 7:11.

Isaías 56 expresa la promesa de Dios de entablar una relación con los pueblos gentiles, los extranjeros excluidos del pacto de Israel (Éxodo 12:43; Deuteronomio 23:1, 3, 7, 8) entre los que también se encontraban los eunucos.

“Y a los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle, y que amen el nombre de Jehová para ser sus siervos; a todos los que guarden el día de reposo para no profanarlo, y abracen mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos”

Isaías 56:6-7


El cumplimiento  de las profecías se  consumaría con el Nuevo Pacto, inaugurado por Jesucristo a través de su sacrificio, por esto es que “Ya no hay judío ni griego” (Gálatas 3:28).

Solo el Evangelio de Marcos, escrito para los gentiles de Roma, cita completamente Isaías 56:7, que finaliza con “para todas las naciones”. Esta parte era de una relevancia fundamental, pues los comerciantes desdeñaban el culto de los excluidos de Israel instalando sus puestos en el atrio de los gentiles.

“Hurtando, matando, adulterando, jurando en falso, e incensando a Baal, y andando tras dioses extraños que no conocisteis”

Jeremías 7:9


“¿Es cueva de ladrones delante de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocado mi nombre? He aquí que también yo lo veo, dice Jehová”

Jeremías 7:11


Jeremías 7 es un sermón predicado por el profeta Jeremías a las puertas del templo. El pueblo de Israel desacataba los preceptos de Dios, pues oprimía “al extranjero, al huérfano y a la viuda” y andaba “en pos de dioses ajenos” – uno de los cuales era Baal, el mismo dios fenicio grabado en las monedas del templo en tiempos de Jesús – (Jeremías 7:6, 9), entre otros pecados. En tanto que el templo de Dios se había convertido en una cueva de ladrones (literalmente, “refugio de bandidos”), Dios juzgaría la iniquidad de su pueblo con la destrucción del templo (Jeremías 7:14).

La advertencia de la destrucción del templo de Jerusalén era desdeñada por los habitantes de Judá, que consideraban el templo como una propiedad inexpugnable, de la que Dios no consentiría su destrucción:

“No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este”

Jeremías 7:4

Esta soberbia de los israelitas tiene paralelo a la actitud de los judíos contemporáneos a Jesús cuando defendían a ultranza la imposibilidad de que el majestuoso templo de Herodes el Grande pudiera ser algún día destruído (o reconstruido):

“Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?”

Juan 2:20

Veintitrés años pasaron hasta que aconteció la destrucción del templo de Jerusalén y la dureza del exilio babilonio.

De manera similar, la destrucción del segundo templo acontecería nuevamente, después de Jesucristo:

“Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada”

Mateo 24:2

Estas palabras se cumplieron en el año 70 d.C, cuando el emperador romano Tito levantó andamios alrededor de las paredes del templo, y provocó un incendio que acabaría derrumbado toda la estructura, de la que todo el oro útil sería extraído. Los restos que quedaron fueron derribados y echados al torrente del Cedrón.

Cuando Jesucristo libró al templo de la opresión de los mercaderes, entraron ciegos y cojos, hombres cuya entrada al templo estaba vedada a causa de su condición física, y solo podían rendir adoración en el atrio de los gentiles, libre por fin de la corrupción. 

RECURSOS EMPLEADOS: 

Atlas Bíblico - Referencias e imágenes: https://atlasdelabiblia.wordpress.com/los-atrios-del-templo/

Respaldo alternativo en PDF: Descarga

Doctpr Trevor R Allin - Referencias en griego: http://www.livingwater-spain.com/

Respaldo alternativo en PDF:  Descarga



miércoles, 5 de abril de 2023

Semana Santa (II) - Lunes Santo (I): La unción de Jesús

En el Lunes Santo se celebran la unción de Jesús en casa de Lázaro, y la expulsión de los mercaderes del Templo de Jerusalén.

La unción de Jesucristo antes de la Pascua es un episodio relatado en los evangelios de Mateo, Marcos y Juan (Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-9; Juan 12:1-8).

Jesucristo se encontraba en la aldea de Betania, situada a tres kilómetros al este de Jerusalén. Reposaba en la casa de Simón, llamado “el leproso” (Mt 26:6), siendo lo más probable que se tratase de una persona sanada previamente por Jesús durante su ministerio anterior.

Los leprosos eran hombres impuros por su enfermedad, condenados al ostracismo fuera de las ciudades (Lv 13:45-46). La lepra, considerada repugnante por todos los judíos, constituía la impureza más grave después de un cadáver; era común pensar que la lepra era un castigo divino, reflejo físico de un espíritu consumido por el pecado. El primer hombre a quién Jesucristo sanó fue un leproso (Mt 8:2-4), significando que a través de Cristo somos limpiados de las impurezas del pecado que nos alejan de Dios.

 

A la mesa junto su amigo Lázaro, a quién había resucitado tiempo atrás (Jn 11:1-44) – prodigio por el cual se extendió su fama alrededor de toda Jerusalén, propiciando grandes clamores el día de su venida triunfal (Juan 12:17-18) –, vino a su presencia María – solo el Evangelio de Juan especifica el nombre de la mujer –  sosteniendo un vaso de alabastro. 

Pieza de alabastro egipcio

El alabastro es una variedad de mármol, material de consabido valor que en la antigüedad se importaba del lejano Egipto; empleado comúnmente para envasar perfumes costosos, en este caso, uno de nardo puro (Juan 12:3).  

Marcos matiza que, en el acto, la mujer rompió el precioso vaso de alabastro (Mr 14:3), haciendo de esta obra un dispendio al que se sumaría el valor del recipiente, cuyo costo total ascendería a los trescientos denarios (Mr 14:5), el salario de un año de trabajo. Esta era una cantidad de dinero realmente elevada.

Indignados por el gran gasto que supuso la acción supuestamente errática e incoherente de María, los discípulos se lanzaron a reprocharla (Mt 26:8; Mr 14:4) excusando que podía haberse vendido para ofrecerse a los pobres. El principal portavoz de esta inflamada queja fue Judas Iscariote, que a diferencia del resto de los apóstoles fue movido por el afán de apropiarse todo ese botín para sí y no de dárselo a los pobres (Jn 12:6).

Contra el parecer de los apóstoles, Cristo comprendía en la obra de María el preludio de su muerte en la cruz bajo la unción, praxis del medio oriente que consistía en embadurnar los cadáveres para prepararlos para la sepultura, a fin de que no hedieran:

“Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura”

Mt 26:12

María posiblemente desconocía que pronto Jesús sería sometido por los hombres hasta la muerte, pero aún ignorando el significado de sus acciones, obró derramando su costoso perfume impelida por la gracia de Dios, a fin de que representase un acto simbólico.

Puesto que el objeto de María era dar gloria a Cristo, su actuar era lícito: el ministerio a los pobres era de suma importancia (máxime cuando el Evangelio de Mateo abarca el juicio a las naciones un capítulo antes, en Mt 25:35-36), pero la alabanza a Dios es preeminente sobre todas las buenas obras.


“Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis”

Mt 26:11

Es preciso agregar que Lucas 7:36-38 guarda paralelismos con el relato de la unción de Jesús, pero muchas de las circunstancias del episodio no son concordantes a la descripción de los versos expuestos. Debido a esto son considerados relatos independientes, consiguientemente puede suponerse que dos mujeres distintas cubrieron a Jesús con perfume, pero solo María ungió al Mesías para prepararle sepultura, según Mt 26:12.





domingo, 2 de abril de 2023

Semana Santa (I) - Domingo de Ramos: La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y su relación con Alejandro Magno

La entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén es un episodio relatado por los cuatro evangelios (Mateo 21:1-11; Marcos 11:1-11; Lucas 19:28-40; Juan 12:12-19).

Solo los evangelios de Mateo y Juan inciden en la profecía mesiánica de Zacarías 9:9 entre la narración de este acontecimiento. Ello es debido a que ambos escritos estaban destinados originalmente a hombres conocedores del Antiguo Testamento y de los precedentes históricos de Israel – Mateo se dirigía a los judíos helenos, y Juan a los conversos de la Iglesia –.

La imagen de Cristo a lomos de un asnillo posee un trasfondo escatológico pocas veces ahondado, que se retrotrae a las conquistas de Alejandro Magno, en torno al año 330 a.C. 

Representación de Alejandro Magno junto a su caballo Bucéfalo.

Zacarías anuncia proféticamente las conquista de Alejandro Magno sobre toda Asia. El joven rey actuaría como un agente empleado por Dios para condenar a las naciones idólatras que eran aledañas a Israel:

“La profecía de la palabra de Jehová está contra la tierra de Hadrac [Persia] y sobre Damasco [actual Siria]; porque a Jehová deben mirar los ojos de los hombres, y de todas las tribus de Israel. También Hamat será comprendida en el territorio de éste; Tiro y Sidón, aunque sean muy sabias”

Zacarías 9:1-2


Penetrando en Asia en el año 334 a.C (dos siglos después de escrita la profecía) el contingente macedonio se abrió paso expedito, hasta detenerse en Tiro, la única ciudad que en ese entonces tuvo el atrevimiento de resistirse a las conquistas de Alejandro.

“Bien que Tiro se edificó fortaleza, y amontonó plata como polvo, y oro como lodo de las calles”

Zacarías 9:3


Siete meses (de enero a julio del 332 a. de C.) bastaron para derrotar a Tiro. Solo murieron cuatrocientos macedonios frente a más de ocho mil soldados tirios. Las consecuencias de la osadía de Tiro fueron más de treinta mil ciudadanos y extranjeros esclavizados, y otros dos mil condenados a la crucifixión.

Alejandro Magno tomando la ciudad de Tiro.

Victoria tras victoria, todas las ciudades de los filisteos cayeron conforme a lo predicho por el profeta.

Finalmente en el año 331 a.C,  el ejército alejandrino venció al rey persa Darío III. Alejandro el Grande se había proclamado como señor de los designios desde Macedonia hasta el Pakistán occidental.


“Entonces acamparé alrededor de mi casa como un guarda, para que ninguno vaya ni venga, y no pasará más sobre ellos el opresor; porque ahora miraré con mis ojos”

Zacarías 9:8 

 

Debe notarse que en esta historia que la única salvedad fue Israel, providencialmente egida por Dios, al recibir un trato benevolente y favorable por la administración macedonia: los judíos obtuvieron grandes concesiones y gozaron de la libertad de profesar su religión, además de recibir  exenciones fiscales. Esto se debió a que, según el historiador Josefo, un Sumo Sacerdote hizo saber a Alejandro Magno las profecías de Daniel sobre una futura conquista proveniente del oeste. 

En forma de vision, Dios simboliza en Daniel 8:1-8 que el reino de los Medas y los Persas, representados como un macho cabrío con dos cuernos, sería derrotado por Alejandro Magno, un carnero con gran cuerno entre los ojos.

Zacarías prosigue las conquistas con la revelación del Mesías de Israel, este es el pasaje contenido en los evangelios de Mateo y Juan:


“Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”

Zacarías 9:9


Llegaría el día en que un rey de Israel – y no gentil, como lo era Alejandro – asumiría el papel de juez y ejecutor para condenar la iniquidad de las naciones.

Este es el Ungido de Dios, Jesucristo, quién no vino sobre caballo, sino sobre un asnillo. El mismo al que aclamaron las gentes de Jerusalén al contemplar cómo aquel que resucitó a Lázaro (Jn 12:17-18), había vuelto a lomos de un pollino, hijo de asna.

Con la idea en mente de que Él sería un gran rey en el mundo, más grande incluso que Alejandro Magno, el pueblo de Israel oprimido bajo el Imperio Romano no dudó en cubrir su camino con mantos y ramas de los árboles; este era un acto reservado a la nobleza:

“Entonces cada uno tomó apresuradamente su manto, y lo puso debajo de Jehú en un trono alto, y tocaron corneta, y dijeron: Jehú es rey”

2 Reyes 9:13


Todo esto, a la viva voz de “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”  (Mt 21:9). La palabra “Hosanna” significa “Sálvanos ahora”, la misma que aparece en Salmo 118:25 “Oh Jehová, sálvanos ahora, te lo ruego; Te ruego, oh Jehová, que nos hagas prosperar ahora” .

Jesús es proclamado por el pueblo como rey de Israel, futuro redentor terrenal de su pueblo. No obstante, el proceder de Jesús sería muy diferente al esperado. Tal será una cuestión que se abarcará en los días siguientes.

Preludio a las celebraciones de Semana Santa.

Aunque estimo en gran valor las celebraciones de la España tradicional,  no por ello guardo menos reticencias a las fiestas de Semana Santa.

A la luz de un análisis estrictamente sociológico, las festividades que comportan la Semana Santa son más propias de un espectáculo dramático que de un ceremonial religioso típico. Muchos de los cofrades contemporáneos no son devotos cristianos, sino apasionados de la celebración por simple y llano costumbrismo familiar o cultural.

Las personas que se amotinan tras las procesiones no suelen ser cristianas, sino figurantes movidos por la expectación generalizada o turistas deseosos de subsumirse en el patrimonio cultural de nuestro país. Esto, en regiones como Andalucía, puede apercibirse rápidamente en la vestimenta de los supuestos feligreses.

Por último, la comprensión de las representaciones que tienen lugar en el transcurso las celebraciones es, en la abrupta mayoría, nulo.

A propósito de dar gloria a Dios, quisiera publicar por este medio algunos relatos que se conmemoran durante la Semana Santa, a fin de aderezar las preciosas procesiones que quizá algunos tendréis la oportunidad de ver.

 

viernes, 17 de marzo de 2023

El arrepentimiento como valor universal (I)


Antes de tu conversión ¿experimentaste alguna vez arrepentimiento? ¿Experimentaste la dura confusión de  tu conciencia tras haber obrado mal? Debemos saber que el sentimiento de culpa y contrición provienen de una conciencia objetivamente moldeada a los preceptos morales del Señor.

El arrepentimiento no es una postura exclusiva de la cristiandad, también los incrédulos son capaces de compungirse por la culpa de sus incorrecciones morales. La contrición a causa  del acometimiento de malas acciones ha estado presente en todos los pueblos desde el principio de la creación; indiferentemente del credo religioso – o de la ausencia de él – , el arrepentimiento siempre ha sido una constante humana solo explicable si se tiene en cuenta la influencia que Dios ejerce sobre nuestro sistema de valores, edificado históricamente sobre la base de la conciencia colectiva.

 
Todo remordimiento responde a la manifestación de una conciencia dotada de valores morales objetivos decretados por Dios:

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó”

Romanos 1:18-19

No hay uno solo que pueda hallar vedadas las verdades morales más elementales, a saber: el robo, el asesinato, la fornicación, la mentira… constituyen actos que incluso los gentiles despreciaban aún desconociendo la revelación directa de Dios.

Por ejemplo, cuando la iglesia de Corinto, ciudad a medio camino entre Grecia y Esparta, abrazó un caso de fornicación, Pablo reprendió a la congregación con estas palabras:

“De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre.”

1 Corintios 5:1

 
¡Ni siquiera los gentiles de ese tiempo tolerarían una fornicación tan abominable!

El ilustre novelista ruso Fiódor Dostoyevski, converso al cristianismo, escribió “Si Dios no existe, todo está permitido”.

Demos gracias al Señor, porque ciertamente no todo está permitido. Las abominaciones son mayoritariamente condenadas, por el mundo ¡y para los cristianos esta es una bendición en la que no solemos reparar con frecuencia!

Alabamos a Dios, porque las bendiciones del sacrificio de Cristo se han vertido sobre el mundo entero:

“Que por esto aun trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, el cual es Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen”

1 Timoteo 4:10

“Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”

1 Juan 2:2

La expiación de Cristo brinda beneficios temporales incluso a los no salvos, pues todavía hoy hay luz en el mundo que se refleja en los valores objetivos de los hombres, la belleza con que la naturaleza colma en bastedad toda la Tierra, los caracteres humanos heredados de Dios… Todas estas son manifestaciones patentes de la gracia de Dios para con todos los hombres.

“Si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y alegría nuestros corazones”

Hechos 14:17

Y puesto que el conocimiento de pecado ha sido revelado hasta para quiénes no creen en el Señor, ninguno de ellos estará libre de arrepentimiento ni tampoco de condenación.
 
Durante los días siguientes nos detendremos en los dos tipos de arrepentimiento: el que es para la vida, y el que es para la muerte.


Sin embargo, por el momento, gloriamos a Dios  porque el arrepentimiento es un valor congénito a toda la humanidad en tanto que existen leyes morales regidas por una conciencia colectiva influenciada por Dios.

Y aunque éste sea para la salvación o perdición dependiendo de quién lo experimenta, ha sido hecho siempre a favor de los hijos de Dios, para que no suframos en un mundo aún más perverso de lo que ya es.

 
Amén.

 

domingo, 12 de marzo de 2023

La pereza es un pecado

 



El apresurado compás al que avanza implacable nuestro tiempo impide a muchos hermanos reposar en los asuntos del Señor. Grande es la impotencia con que se duele nuestro corazón cuando, con motivo de afanes académicos o laborales, nos vemos asediados por ocupaciones sin sustrato espiritual, que no atienden a los reclamos de Dios, sino a los del mundo.  

El ejemplo de Pablo, el primer gran teólogo del cristianismo, debe aleccionarnos a perseverar a pesar de la dureza de nuestros quehaceres cotidianos: 

“Se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas. Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos”
Hechos 18:3-4

Sabedor de que su testimonio no debía inficionarse de donativos o aportaciones económicas, Pablo trabajaba diariamente haciendo tiendas junto a sus compañeros de profesión (1 Co 9:15), para luego servir en la sinagoga predicando el evangelio de Jesucristo. 

Tal fue la determinación del apóstol de los gentiles, que no conoció descanso, ni siquiera cuando estaba aprisionado, cerca del momento de su muerte:

“Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos
2 Timoteo 4:13

La alabanza, la lectura diaria de las Escrituras, o la servidumbre en oración constante parecen caprichos inaccesibles en un día copado de deberes. Y con fingida resignación, cerramos nuestros puños y recitamos maquinalmente un par de oraciones antes de atender asuntos “más importantes”. 

En vez de concentrarnos, ignoramos felizmente que el tiempo que Dios nos ha brindado en cada día es abundante: dieciséis horas, desde que sale el sol hasta que se posa. Mas sin embargo, lo dedicamos en más de la mitad a vanidades, como jugar videojuegos, ver vídeos ociosos, o trabar conversaciones insípidas que  ocupan las horas que el Señor nos reclama; y de tales vicios no hay excusa, Él nos juzgará por nuestra pereza: 

“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá [esa] fe salvarle?”
Santiago  2:14

“El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”
Lucas 11:23

“Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” 

2 Pedro 1:8

 “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”

1 Juan 3:18

El Señor no conoce la dualidad en el creyente: si verdaderamente reside la fe en nuestro corazón, las inclinaciones naturales de nuestra alma regenerada nos tornarán a Dios, de modo que recogeremos junto a Jesucristo el fruto de nuestras buenas obras. Si la fe es muerta, será estéril en obras y no hallaremos al Señor más que en los momentos de egoísta angustia. 

Fructifica ante el Señor, porque la inacción es sinónimo de condenación. 

“Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orías, disipación y abominables idolatrias. A estos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan; pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos”
1 Pedro 4:3

Damos gloria al Señor, y rogamos por que nuestros ocios y vanidades se disuelvan en la sangre de Cristo, que ha sido para la remisión de los pecados. Tórnenos, por medio de su gracia misericordiosa, a la lectura de las Escrituras, la oración y la alabanza constante en nuestros corazones. 

Amén. 



jueves, 3 de noviembre de 2022

Exégesis Bíblica - Hechos 1:12-26 | "Elección del sucesor de Judas"

 

“Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos”.

Hch 1:12-14


Los apóstoles, que moraban en un aposento alto, se unían en oración junto  a 120 hermanos -  probablemente este número no incluye a las mujeres -, así con María y los hermanos de Jesús que también abrieron sus corazones a la fe. Es sabido que no había llegado a los apóstoles la plenitud del Espíritu Santo, en tanto que por ello oraban; porque Jesucristo antes de su partida les exhortó a quedarse en Jerusalén: 


“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.

Hch 1:3-5


Este segmento alecciona con el ejemplo de la iglesia primitiva una enseñanza clara: la oración, constante y plena, debe ser un pilar elemental en la vida del cristiano en el plano individual y comunitario. 

                                             

Aunque el Espíritu Santo ya estuviera presente en los corazones de los apóstoles, como así lo manifestó, por ejemplo, Pedro cuando confesó a Jesús su fe (Mateo 16:18), los apóstoles esperaban una “expresión” distinta de este Espíritu, que es la colmatación que sintieron el día de Pentecostés, cuando las llamas de fuego se posaron sobre las cabezas de los reunidos (Hch 2:1-25). 


Los cristianos, como los apóstoles, también hemos sido regenerados en la fe de Cristo Jesús; pero igualmente debemos clamar por el Espíritu Santo a Dios, con la misma petición de ellos, para recibir el aliento de vida para la profesión diaria de nuestro credo. Las palabras del Señor apuntalan esta realidad: 


Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? 

Lucas 11:13


Así como Isaías evidencia que Dios derrama agua - Espíritu - sobre el sequedal y la tierra árida: 


“Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos”

Isaías 44:3




“En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo:  Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio. Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. Porque está escrito en el libro de los Salmos:

Sea hecha desierta su habitación,

Y no haya quien more en ella;

y:

Tome otro su oficio.

Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.”

                                      Hch 1:15-22


Judas, probablemente colgado de un árbol, cayó de su cuerda por el peso de su cadáver escindiéndose en dos, derramando sus entrañas. Es por este acontecimiento que hasta el día de hoy se ha nombrado a dichas tierras Acéldama o “campo de sangre”.


Pedro, apelando a Salmos 69:25 y 109:8, propuso el cumplimiento de la escritura en Judas, para que su lugar como apóstol fuese sustituido, por cuanto su habitación fue hecha “desierta” y no hubo quien “morara en ella”; tácitamente, Pedro declara las condiciones que debe reunir un hombre para ser llamado apóstol: comenzando desde el bautismo de Juan hasta su partida, haber conocido corporalmente a Jesús, y finalizar siendo testigo de su resurrección. Esta afirmación se opone a los falsos maestros que se autodenominan apóstoles de Jesús, declarándose la potestad de asentar doctrinas falaces y de reclamar riquezas en este mundo. 


En Pablo se produjo una peculiaridad, como él mismo lo manifiesta:


"y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.”

 1 Cor 15:8


Sin embargo, Pablo fue encomendado personalmente por Jesucristo, al que vio, para ser designado como apóstol. 



Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.  Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.

Hch 1:23-26


Según el historiador de la iglesia Eusebio, Matías había servido como uno de los 70 comisionados por Jesucristo, y luego fue testigo de la resurrección. Su elección, a suertes, es previa al día de Pentecostés: cuando los apóstoles fueron inspirados por el Espíritu Santo, dejaron de necesitar de la suerte para tomar sus decisiones, aunque el uso de ella en este caso está escrituralmente respaldado (Proverbios 16:22). 


Los apóstoles oraban según la escritura, basándose enteramente en ella, y esta es una pauta que los cristianos contemporáneos también debemos preservar de la Iglesia Primitiva..


Te recomendamos leer...

Semana Santa (II) - Lunes Santo (II): La purificación del Templo

  Representación del Templo de Herodes.   El templo de Jerusalén era una construcción casi en ruinas que fue reformada por Herode...