domingo, 2 de abril de 2023

Semana Santa (I) - Domingo de Ramos: La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y su relación con Alejandro Magno

La entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén es un episodio relatado por los cuatro evangelios (Mateo 21:1-11; Marcos 11:1-11; Lucas 19:28-40; Juan 12:12-19).

Solo los evangelios de Mateo y Juan inciden en la profecía mesiánica de Zacarías 9:9 entre la narración de este acontecimiento. Ello es debido a que ambos escritos estaban destinados originalmente a hombres conocedores del Antiguo Testamento y de los precedentes históricos de Israel – Mateo se dirigía a los judíos helenos, y Juan a los conversos de la Iglesia –.

La imagen de Cristo a lomos de un asnillo posee un trasfondo escatológico pocas veces ahondado, que se retrotrae a las conquistas de Alejandro Magno, en torno al año 330 a.C. 

Representación de Alejandro Magno junto a su caballo Bucéfalo.

Zacarías anuncia proféticamente las conquista de Alejandro Magno sobre toda Asia. El joven rey actuaría como un agente empleado por Dios para condenar a las naciones idólatras que eran aledañas a Israel:

“La profecía de la palabra de Jehová está contra la tierra de Hadrac [Persia] y sobre Damasco [actual Siria]; porque a Jehová deben mirar los ojos de los hombres, y de todas las tribus de Israel. También Hamat será comprendida en el territorio de éste; Tiro y Sidón, aunque sean muy sabias”

Zacarías 9:1-2


Penetrando en Asia en el año 334 a.C (dos siglos después de escrita la profecía) el contingente macedonio se abrió paso expedito, hasta detenerse en Tiro, la única ciudad que en ese entonces tuvo el atrevimiento de resistirse a las conquistas de Alejandro.

“Bien que Tiro se edificó fortaleza, y amontonó plata como polvo, y oro como lodo de las calles”

Zacarías 9:3


Siete meses (de enero a julio del 332 a. de C.) bastaron para derrotar a Tiro. Solo murieron cuatrocientos macedonios frente a más de ocho mil soldados tirios. Las consecuencias de la osadía de Tiro fueron más de treinta mil ciudadanos y extranjeros esclavizados, y otros dos mil condenados a la crucifixión.

Alejandro Magno tomando la ciudad de Tiro.

Victoria tras victoria, todas las ciudades de los filisteos cayeron conforme a lo predicho por el profeta.

Finalmente en el año 331 a.C,  el ejército alejandrino venció al rey persa Darío III. Alejandro el Grande se había proclamado como señor de los designios desde Macedonia hasta el Pakistán occidental.


“Entonces acamparé alrededor de mi casa como un guarda, para que ninguno vaya ni venga, y no pasará más sobre ellos el opresor; porque ahora miraré con mis ojos”

Zacarías 9:8 

 

Debe notarse que en esta historia que la única salvedad fue Israel, providencialmente egida por Dios, al recibir un trato benevolente y favorable por la administración macedonia: los judíos obtuvieron grandes concesiones y gozaron de la libertad de profesar su religión, además de recibir  exenciones fiscales. Esto se debió a que, según el historiador Josefo, un Sumo Sacerdote hizo saber a Alejandro Magno las profecías de Daniel sobre una futura conquista proveniente del oeste. 

En forma de vision, Dios simboliza en Daniel 8:1-8 que el reino de los Medas y los Persas, representados como un macho cabrío con dos cuernos, sería derrotado por Alejandro Magno, un carnero con gran cuerno entre los ojos.

Zacarías prosigue las conquistas con la revelación del Mesías de Israel, este es el pasaje contenido en los evangelios de Mateo y Juan:


“Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”

Zacarías 9:9


Llegaría el día en que un rey de Israel – y no gentil, como lo era Alejandro – asumiría el papel de juez y ejecutor para condenar la iniquidad de las naciones.

Este es el Ungido de Dios, Jesucristo, quién no vino sobre caballo, sino sobre un asnillo. El mismo al que aclamaron las gentes de Jerusalén al contemplar cómo aquel que resucitó a Lázaro (Jn 12:17-18), había vuelto a lomos de un pollino, hijo de asna.

Con la idea en mente de que Él sería un gran rey en el mundo, más grande incluso que Alejandro Magno, el pueblo de Israel oprimido bajo el Imperio Romano no dudó en cubrir su camino con mantos y ramas de los árboles; este era un acto reservado a la nobleza:

“Entonces cada uno tomó apresuradamente su manto, y lo puso debajo de Jehú en un trono alto, y tocaron corneta, y dijeron: Jehú es rey”

2 Reyes 9:13


Todo esto, a la viva voz de “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”  (Mt 21:9). La palabra “Hosanna” significa “Sálvanos ahora”, la misma que aparece en Salmo 118:25 “Oh Jehová, sálvanos ahora, te lo ruego; Te ruego, oh Jehová, que nos hagas prosperar ahora” .

Jesús es proclamado por el pueblo como rey de Israel, futuro redentor terrenal de su pueblo. No obstante, el proceder de Jesús sería muy diferente al esperado. Tal será una cuestión que se abarcará en los días siguientes.

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