miércoles, 5 de abril de 2023

Semana Santa (II) - Lunes Santo (I): La unción de Jesús

En el Lunes Santo se celebran la unción de Jesús en casa de Lázaro, y la expulsión de los mercaderes del Templo de Jerusalén.

La unción de Jesucristo antes de la Pascua es un episodio relatado en los evangelios de Mateo, Marcos y Juan (Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-9; Juan 12:1-8).

Jesucristo se encontraba en la aldea de Betania, situada a tres kilómetros al este de Jerusalén. Reposaba en la casa de Simón, llamado “el leproso” (Mt 26:6), siendo lo más probable que se tratase de una persona sanada previamente por Jesús durante su ministerio anterior.

Los leprosos eran hombres impuros por su enfermedad, condenados al ostracismo fuera de las ciudades (Lv 13:45-46). La lepra, considerada repugnante por todos los judíos, constituía la impureza más grave después de un cadáver; era común pensar que la lepra era un castigo divino, reflejo físico de un espíritu consumido por el pecado. El primer hombre a quién Jesucristo sanó fue un leproso (Mt 8:2-4), significando que a través de Cristo somos limpiados de las impurezas del pecado que nos alejan de Dios.

 

A la mesa junto su amigo Lázaro, a quién había resucitado tiempo atrás (Jn 11:1-44) – prodigio por el cual se extendió su fama alrededor de toda Jerusalén, propiciando grandes clamores el día de su venida triunfal (Juan 12:17-18) –, vino a su presencia María – solo el Evangelio de Juan especifica el nombre de la mujer –  sosteniendo un vaso de alabastro. 

Pieza de alabastro egipcio

El alabastro es una variedad de mármol, material de consabido valor que en la antigüedad se importaba del lejano Egipto; empleado comúnmente para envasar perfumes costosos, en este caso, uno de nardo puro (Juan 12:3).  

Marcos matiza que, en el acto, la mujer rompió el precioso vaso de alabastro (Mr 14:3), haciendo de esta obra un dispendio al que se sumaría el valor del recipiente, cuyo costo total ascendería a los trescientos denarios (Mr 14:5), el salario de un año de trabajo. Esta era una cantidad de dinero realmente elevada.

Indignados por el gran gasto que supuso la acción supuestamente errática e incoherente de María, los discípulos se lanzaron a reprocharla (Mt 26:8; Mr 14:4) excusando que podía haberse vendido para ofrecerse a los pobres. El principal portavoz de esta inflamada queja fue Judas Iscariote, que a diferencia del resto de los apóstoles fue movido por el afán de apropiarse todo ese botín para sí y no de dárselo a los pobres (Jn 12:6).

Contra el parecer de los apóstoles, Cristo comprendía en la obra de María el preludio de su muerte en la cruz bajo la unción, praxis del medio oriente que consistía en embadurnar los cadáveres para prepararlos para la sepultura, a fin de que no hedieran:

“Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura”

Mt 26:12

María posiblemente desconocía que pronto Jesús sería sometido por los hombres hasta la muerte, pero aún ignorando el significado de sus acciones, obró derramando su costoso perfume impelida por la gracia de Dios, a fin de que representase un acto simbólico.

Puesto que el objeto de María era dar gloria a Cristo, su actuar era lícito: el ministerio a los pobres era de suma importancia (máxime cuando el Evangelio de Mateo abarca el juicio a las naciones un capítulo antes, en Mt 25:35-36), pero la alabanza a Dios es preeminente sobre todas las buenas obras.


“Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis”

Mt 26:11

Es preciso agregar que Lucas 7:36-38 guarda paralelismos con el relato de la unción de Jesús, pero muchas de las circunstancias del episodio no son concordantes a la descripción de los versos expuestos. Debido a esto son considerados relatos independientes, consiguientemente puede suponerse que dos mujeres distintas cubrieron a Jesús con perfume, pero solo María ungió al Mesías para prepararle sepultura, según Mt 26:12.





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