sábado, 23 de julio de 2022

¿Son la carne y la sangre de Cristo necesarios para la vida?


¿Qué se deduce en la Biblia de que los cristianos hayamos de beber la sangre de Cristo y beber su cuerpo?

"De cierto os digo, si no coméis la carne del Hijo del hombre ni bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros".

1 Jn 6:53

El catecismo de la Iglesia Católica sostiene el dogma de la transubstantación en virtud de este versículo, cuya exégesis interpreta con literalidad: por lo cual, en las ceremonias de eucaristía, los feligreses toman la "carne" de Cristo; presentada en forma de hostia, y la mojan en vino; esto es, su sangre. Todo esto bajo el mediato de un sacerdote, que consagra ambos elementos.

La correcta forma de interpretación 0es en realidad muy contraria a lo supuesto por el catolicismo. La carne y la sangre de Cristo son tan solo expresiones figurativas, semejantes a las que apela con profusión el evangelio de Juan.

Juan es posiblemente el autor más simbólico de entre los evangelistas. Para muestra:

Juan 2:19 "Respondió Jesús, y díjoles: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré", refiriéndose a los tres días que constituyeron la espera para su resurrección.

Juan 3:3 "Respondió Jesús y díjole "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez no puede ver el reino de Dios" lo cual significa volcarse verdaderamente en palabra del Señor, en su hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo, abriéndose a la regeneración espiritual. Cuando refería al agua, aludía a la purificación que se hacía a través del Espíritu Santo, que también menciona.

Juan 4:10 "Respondió Jesús y díjole: Si conociese el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú pedirías de él, y él te daría agua viva". El "agua viva" es un término dotado de un importante valor metafórico, que se retrotrae a las escrituras veterotestamentarias, significa limpieza y poder transformador.

Juan 15:1 "Yo soy a vid verdadera", Jesús se proclama como mesías y reafirma su deidad.

Conforme a estos precedentes expuestos, el lector ya puede disponerse a analizar el versículo que atañe a presente artículo:

Jesús afirma en el versículo 1 Jn 6:53 que el objeto de comer y beber su carne y su sangre es recibir vida. Sin embargo, Jn 1 6:47  concretan con anterioridad:

"Esa es la voluntad de mi Padre, que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él tenga vida eterna" y "El que cree en mí  tiene vida eterna".

Jesús no se contradice, recurre simbólicamente a su carne y su sangre para expresar la misma enseñanza impartida versículos atrás, es decir, que a través de la Fe en Él somos salvados. Este mismo dogma, la salvación por la Fe, redunda durante todo el evangelio de Juan.

En 1 Juan 6:54, Jesús expresa "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero",  que es una enseñanza que verdaderamente se remite a 1 Juan 6:40 "Y está es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al hijo y cree en Él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero". Entramos versículos reflejan una misma idea de la salvación, bajo un esquema cuasi idéntico.

Finalmente, en Juan 6:63, Jesucristo ratifica la figuración de su enseñanza así: "El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha, las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida". Este versículo forma parte de una réplica a los discípulos que murmuraban, pues malinterpretaban sus explicaciones.

martes, 19 de julio de 2022

El Faraón que endurece su corazón

 



   "Pero tal como Dios lo había dicho, en cuanto el rey vio que ya todo había pasado, no les hizo caso, sino que se puso más terco y no dejó salir a los israelitas." 

Éxodo 8:15

El versículo antecitado pertenece al libro de Éxodo, capítulo 8 y versículo 14; refiere al Faraón de Egipto, quién habiendo subyugado con dolo al pueblo de Israel, sometiéndolo a la esclavitud y a los exactores, tuvo ante Dios una actitud intransigente aún después de haber sido librado de su mal obrar precedente. 

Es en estos pasajes cuando se relatan las célebres diez plagas de Egipto: diez ocasiones en que el Faraón pide piedad a Yahvé a través de Moisés, y que después de ser condonado, retorna a su habitual incorrección. Un endurecimiento tras otro que lo llevaría finalmente a la derrota ante los israelitas.

Así, planteo una analogía en la que se compara al cristiano - como lo es usted o yo - con el Faraón: constituye un gran peligro que nosotros, viéndonos sitiados por las tentativas de Satanás, no encontremos tras la comisión del pecado arrepentimiento verdadero alguno; que encontrándonos pecadores, clamemos a Dios por perdón, para volver a conculcar su palabra inmediatamente después. Esta situación descrita se define como endurecimiento, y escapar de ella es un proceso inextricable. Tanto, que Jesús lo describió así: 

"Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, pasa por lugares áridos buscando descanso y no lo halla. Entonces dice: “Volveré a mi casa de donde salí”; y cuando llega, la encuentra desocupada, barrida y arreglada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus más depravados que él, y entrando, moran allí; y el estado final de aquel hombre resulta peor que el primero. Así será también con esta generación perversa"

Mateo 12:43-45

La sucesión de las plagas de Egipto fue de cada vez mayor envergadura: empezando con agua que se convierte en sangre, y terminando con la muerte de todos los primogénitos. 

Así, las "plagas" que nos acechan a los pecadores serán tanto mayores 

Es preciso concretar que después de la comisión de un pecado, nuestro corazón caído tiende al endurecimiento 




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