jueves, 3 de noviembre de 2022

Exégesis Bíblica - Hechos 1:12-26 | "Elección del sucesor de Judas"

 

“Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos”.

Hch 1:12-14


Los apóstoles, que moraban en un aposento alto, se unían en oración junto  a 120 hermanos -  probablemente este número no incluye a las mujeres -, así con María y los hermanos de Jesús que también abrieron sus corazones a la fe. Es sabido que no había llegado a los apóstoles la plenitud del Espíritu Santo, en tanto que por ello oraban; porque Jesucristo antes de su partida les exhortó a quedarse en Jerusalén: 


“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.

Hch 1:3-5


Este segmento alecciona con el ejemplo de la iglesia primitiva una enseñanza clara: la oración, constante y plena, debe ser un pilar elemental en la vida del cristiano en el plano individual y comunitario. 

                                             

Aunque el Espíritu Santo ya estuviera presente en los corazones de los apóstoles, como así lo manifestó, por ejemplo, Pedro cuando confesó a Jesús su fe (Mateo 16:18), los apóstoles esperaban una “expresión” distinta de este Espíritu, que es la colmatación que sintieron el día de Pentecostés, cuando las llamas de fuego se posaron sobre las cabezas de los reunidos (Hch 2:1-25). 


Los cristianos, como los apóstoles, también hemos sido regenerados en la fe de Cristo Jesús; pero igualmente debemos clamar por el Espíritu Santo a Dios, con la misma petición de ellos, para recibir el aliento de vida para la profesión diaria de nuestro credo. Las palabras del Señor apuntalan esta realidad: 


Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? 

Lucas 11:13


Así como Isaías evidencia que Dios derrama agua - Espíritu - sobre el sequedal y la tierra árida: 


“Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos”

Isaías 44:3




“En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo:  Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio. Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. Porque está escrito en el libro de los Salmos:

Sea hecha desierta su habitación,

Y no haya quien more en ella;

y:

Tome otro su oficio.

Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.”

                                      Hch 1:15-22


Judas, probablemente colgado de un árbol, cayó de su cuerda por el peso de su cadáver escindiéndose en dos, derramando sus entrañas. Es por este acontecimiento que hasta el día de hoy se ha nombrado a dichas tierras Acéldama o “campo de sangre”.


Pedro, apelando a Salmos 69:25 y 109:8, propuso el cumplimiento de la escritura en Judas, para que su lugar como apóstol fuese sustituido, por cuanto su habitación fue hecha “desierta” y no hubo quien “morara en ella”; tácitamente, Pedro declara las condiciones que debe reunir un hombre para ser llamado apóstol: comenzando desde el bautismo de Juan hasta su partida, haber conocido corporalmente a Jesús, y finalizar siendo testigo de su resurrección. Esta afirmación se opone a los falsos maestros que se autodenominan apóstoles de Jesús, declarándose la potestad de asentar doctrinas falaces y de reclamar riquezas en este mundo. 


En Pablo se produjo una peculiaridad, como él mismo lo manifiesta:


"y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.”

 1 Cor 15:8


Sin embargo, Pablo fue encomendado personalmente por Jesucristo, al que vio, para ser designado como apóstol. 



Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.  Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.

Hch 1:23-26


Según el historiador de la iglesia Eusebio, Matías había servido como uno de los 70 comisionados por Jesucristo, y luego fue testigo de la resurrección. Su elección, a suertes, es previa al día de Pentecostés: cuando los apóstoles fueron inspirados por el Espíritu Santo, dejaron de necesitar de la suerte para tomar sus decisiones, aunque el uso de ella en este caso está escrituralmente respaldado (Proverbios 16:22). 


Los apóstoles oraban según la escritura, basándose enteramente en ella, y esta es una pauta que los cristianos contemporáneos también debemos preservar de la Iglesia Primitiva..


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