"Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón.
Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.
El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: !!Señor, socórreme!
Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.
Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora."
Mateo 15:21
El autor de este libro fue Mateo, publicano hasta que fue limpiado y reconvertido apóstol de Jesucristo. Su evangelio tiene por objeto encauzar a los judíos hacia la senda verdadera del Señor; en virtud de las numerosas referencias veterotestamentarias que en su libro aparecen, y que tienen por objeto dilucidar la condición mesiánica de Jesús.
En los versículos citados intervienen Jesús, una mujer cananea y los discípulos.
En este versículo Jesucristo reafirma la perentoriedad del pueblo de Israel - las ovejas perdidas de Israel - para recibir las buenas nuevas; con ello, se dirige a los apóstoles y no a la cananea, que seguiría suplicando.
Dios estableció su predilección con el pueblo de Israel, y enfatizó su pacto con ellos:
"Ustedes serán mis sacerdotes ante todo el mundo, y se apartarán de todo para servirme sólo a mí»."
Éxodo 19:6
Así, los samaritanos como pueblo ignoto a Dios (Juan 4.22) desconocían la figura del Padre al no habérsela sido revelada, y constituían un frente no prioritario para la evangelización por el momento (Ro 3:2, 9:4-5, Lc 19:9).
Quiso Jesús, en un acto de aparente desprecio, poner a prueba la Fe de la mujer cananea. Cuando la mujer reconoció que la salvación provenía de los hijos de Israel, Jesucristo cedió viendo que su Fe era grande y verdadera.
Los hechos narrados sucedieron en el tercer año de la vida pública de Jesús, en el 29 d.C - según las estimaciones efectuadas por la Diócesis de Canarias -, cuando entonces gobernaba el emperador César Augusto.
Acontecieron en Palestina, concretamente en la región de Tiro, tradicionalmente portuaria y con precedentes bíblicos. Desde Gennesaret tardaría un tiempo aproximado de 50 días en recorrer a pie los 90 kilómetros que le separaban de Tiro.
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