Además, el reino de los cielos es semejante al tesoro escondido en el campo, que cuando es descubierto por un hombre, éste lo oculta, y lleno de alegría, va, y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. También el reino de los cielos es semejante al comerciante que va a la busca de buenas perlas y, tras encontrar, una perla de valor extraordinario, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró (Mateo ₁3:44-46)
Que el Reino de Dios es un hallazgo no menos maravilloso que el de aquel que pasea por un parque y, de repente, tropieza con una cartera en cuyo interior hay un millón de dólares. O como aquel que se ha pasado toda su vida trabajando sin recibir una satisfacción y, de repente, de la manera más inesperada, se encuentra con el negocio de su vida, uno que le permitirá retirarse a disfrutar de una existencia más grata que nunca. ¿Quién no se aferraría a una ocasión semejante? ¿Quién no recogería la cartera o asumiría la oportunidad de ese negocio? ¿Quién dejaría de reaccionar ante una fortuna semejante?
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